La pandemia nos ha llevado al equipo de Uribe Schwarzkopf a pensar y reconsiderar la estructura, la movilización y el estilo de vida de nuestra comunidad, a imaginar cuáles serán las nuevas formas de utilizar el espacio en nuestros hogares, cómo nos vamos a trasladar en el transporte público a través de la ciudad, ahora y en el futuro.
En Quito, Ecuador, donde vivimos y trabajamos el equipo de Uribe Schwarzkopf, estamos desarrollando proyectos residenciales con arquitectos estrella como Bjarke Ingels, Tatiana Bilbao y Moshe Safdie, estamos en una coyuntura especialmente interesante: A pocos meses de la inauguración de la primera línea del Metro de Quito, el gobierno local y los desarrolladores inmobiliarios de toda la ciudad han estado invirtiendo en crear más densidad alrededor de zonas clave, como el transporte público. Durante los próximos meses, estaré proporcionando información y percepciones sobre la ciudad y nuestros proyectos, explorando cómo, junto a nuestros colaboradores internacionales y locales, estamos promoviendo un mejor futuro, más sostenible y más innovador para la ciudad.
Quito, una de las capitales más altas del mundo, está situada casi directamente sobre la Línea Ecuatorial. La ciudad siempre ha sido un centro importante para las actividades políticas y sociales dentro de América del Sur. En las últimas décadas hemos visto un cambio enorme, un crecimiento masivo de la población y un aumento de nuevas industrias y negocios creativos. Antes de la pandemia, la densidad y la movilidad eran los criterios más importantes que guiaban nuestro trabajo, y lo siguen siendo. Ahora más que nunca estamos comprometidos con un futuro de la ciudad que sea más sostenible, caminable, accesible, abierto a la movilidad alternativa y que fomente un dinámico centro urbano de energía creativa.
La pandemia generada por el COVID-19 ha cambiado nuestros patrones de movilización: dónde y cómo nos movemos. Los habitantes de la ciudad han desarrollado y adoptado rápidamente alternativas sobre cómo comprar, vender y consumir servicios o productos. El hogar ahora cumple más roles que nunca antes, convirtiéndose en un espacio de trabajo, un lugar para la educación, para el entretenimiento, además del ser el centro de la vida familiar.
Si bien hemos visto que el acceso al espacio privado, especialmente el espacio al aire libre, se vuelve más acuciante, aspectos de la vida en la ciudad, como la proximidad a las tiendas, a los proveedores de servicios y a parques, y espacios públicos se han vuelto cada vez más valiosos, ya que las personas buscan moverse a pie o en bicicleta. Según datos de la Municipalidad de Quito, durante la cuarentena, el uso de la bicicleta se multiplicó por seis, pasando de un promedio de 30,000 a 196,000 viajes diarios, creando la necesidad de repensar el rol de nuestras vías, espacios públicos y las conexiones de los sistemas de tránsito.
Más allá de proveer las facilidades para la movilización de sus residentes, las comunidades, los barrios, deben contar con espacios para la compra y venta de productos básicos a nivel local. De igual forma, la capacidad de los edificios multi – residenciales para facilitar la provisión de productos y prestaciones, a través de los servicios digitales y el “delivery” es más importante que nunca.
Esto crea enormes oportunidades para la innovación, tanto en el ámbito del transporte público como en el desarrollo inmobiliario. La arquitectura está asumiendo una nueva función en nuestra vida cotidiana, y esperamos nuevas respuestas de los edificios post-COVID, a la luz de la acelerada transformación digital de la vida y el trabajo. ¿Cómo querrá la gente moverse por la ciudad en el futuro? ¿Qué los llevará allí? ¿Cómo les llegarán los bienes y servicios? ¿Y qué esperarán tener cerca de casa?
Se ha hablado sobre el potencial del COVID-19 para que las personas abandonen las ciudades, pero existe un fuerte contraargumento de que los entornos urbanos serán más atractivos que nunca. Los edificios ubicados en áreas urbanas centrales, dentro de una red sofisticada de proveedores de bienes y servicios, prosperarán al permitir que sus residentes formen parte de una comunidad más amplia y aprovechen al máximo las nuevas formas de movilidad urbana y organización social.
Como diseñadores, arquitectos y constructores, nos hacemos algunas preguntas sobre la organización social y el papel que desempeñan los edificios en el movimiento de personas, comunidades, fuerzas laborales e ideas, que incluyen:
Al considerar la movilidad, es fundamental recordar que ésta implica accesibilidad al transporte público, la proximidad a los bienes y servicios y la facilidad de acceso.
En ciudades como Quito, a medida que vamos volviendo a la normalidad, la densidad en el transporte público va a estar limitada por las regulaciones gubernamentales; mientras que los ciudadanos, posiblemente, se autorregulen en cuanto a la proximidad que mantienen con otras personas. Esto es especialmente crítico en Quito, con la próxima apertura del Metro; que sin duda, proporcionará un excelente estudio de caso sobre cómo las personas adaptan su forma de desplazarse por la ciudad, priorizando la velocidad, la facilidad de acceso y limitando la exposición a los demás.
En Uribe Schwarzkopf hemos estado siguiendo los cambios en la demanda de vivienda, tras el impacto generado por las restricciones a la movilidad durante la pandemia. Nuestra data nos arroja una tendencia positiva hacia propiedades ubicadas en el corazón de la ciudad. En lugar de preferir el aislamiento, ha aumentado la demanda de viviendas cercanas a los bienes y servicios que facilitan el día a día en situaciones como las causadas por la pandemia. Creo que la densidad permite la creación de vecindad, y los vecindarios más cohesionados mejoran la calidad de vida, tanto a través de la proximidad a bienes y servicios compartidos, como al favorecer la vida en comunidad, la conectividad y la conexión con otros.
Desde la perspectiva de la movilidad, el rol del edificio cambia. Los edificios de residencias múltiples se han convertido en un agente activo de accesibilidad: deben estar ubicados, diseñados y equipados para facilitar el acceso seguro y saludable de personas, bienes y servicios al edificio, y también para permitir la proximidad a actividades recreativas y de ocio. Gana lugar la importancia del edificio como un hábitat saludable que ofrece múltiples posibilidades a sus residentes, más autónomo, más resiliente.
Para los desarrolladores, temas como renovar la oferta de las áreas comunales, crear un mayor acceso a espacios públicos y a los negocios locales, mejorar la infraestructura dentro y próxima al edificio que permita a sus residentes desplazarse a pie o en bicicleta por la ciudad, generar mayores conexiones a los diferentes sistemas de transporte, se vuelven cada vez más importantes en la planificación arquitectónica para el futuro de cómo los residentes querrán vivir
El urbanismo saludable juega un papel clave, al proporcionar enfoques eco-eficientes a los edificios que permiten mayor densidad y a su vez, minimizar el impacto ambiental y generar conexiones con la comunidad y los vecinos a través de espacios públicos y veredas que permiten la recreación y el desplazamiento por la ciudad. En esencia, los edificios del futuro deben convertirse en micro – hábitats, que permiten conexiones en todo el edificio y con su entorno inmediato.
En el mejor de los casos, el diseño es un catalizador para un cambio positivo, creando espacios y comunidades más sostenibles.
La nueva generación de edificios de residencias múltiples debe garantizar la salud y la seguridad de los residentes y el vecindario al proporcionar servicios esenciales, que permanecen operativos y accesibles, a pesar del colapso de los sistemas generales. La capacidad para la auto provisión eficiente agua, energía, alimentos, salud, aire, luz, acceso a espacios verdes y entretenimiento serán funciones esenciales que los edificios deben garantizar a pesar de las condiciones adversas del entorno. Las diferentes áreas del edificio y los materiales utilizados en su construcción y acabados también tendrán que adaptarse.
Estamos pensando en edificios autónomos e inteligentes. Igual de importante es que estos edificios permanezcan conectados a la ciudad en un sentido amplio, proporcionando acceso y capacidad de movilizarse fácilmente.
Los edificios de residencias múltiples también tienen un importante efecto psicológico en la residencia, al generar sentimientos de interconexión y movilidad, incluso en situaciones como la actual. Las vistas se han vuelto cada vez más importantes, y los espacios al aire libre como balcones y terrazas pueden transmitir sensación de cambio, mientras se permanece en el mismo espacio.
Las áreas comunales, además del entretenimiento, deben ofrecer salud y bienestar: circuitos para caminar y balcones con espacios para jardines urbanos. Los edificios también tienen el potencial de innovar en el espacio de teletrabajo, que será un factor importante en un mundo con limitaciones para la movilidad. Los edificios pueden incluir micro-centros con pantallas anchas, servicio de internet, acceso a impresoras y espacios insonorizados para facilitar el trabajo remoto. Los nuevos edificios también necesitarán más espacios de estacionamiento para bicicletas y la infraestructura necesaria para estaciones de carga de bicicletas eléctricas, a medida que aumenten los modos de transporte alternativos.
A medida que cambia la forma en que las personas viven y se mueven por las ciudades, la conexión entre el edificio y sus alrededores inmediatos se vuelve cada vez más vital. Los edificios deben integrarse de manera más creativa a las transformaciones en las redes de movilidad de las ciudades. Deben ser partícipes activos en la creación de espacios para tiendas, servicios, espacios públicos y conexiones con la ciudad. Los edificios son centros de vecindarios y, a medida que las personas continúan innovando, moviéndose e interactuando con la ciudad de diferentes maneras, los edificios de residencias múltiples se convierten en un incondicional de la comunidad y el acceso.