El fútbol, dijo el ex futbolista y filósofo Jorge Valdano, es la más importante de las cosas menos importantes. La pasión por este deporte ha conquistado a miles de millones de personas en todo el mundo. En Ecuador, el estadio Atahualpa —formalmente el estadio Olímpico Atahualpa— contiene incontables gritos, goles y alegrías históricas.
En su cancha la selección clasificó a su primer mundial, en 2001. El Papa Juan Pablo II ofició una misa campal para miles de personas y el presidente Jaime Roldos Aguilera pronunció uno de los discursos más icónicos de nuestra historia —el último antes de que muriera en un trágico accidente.
Y, como en todo aspecto de la humanidad relevante, en el deporte también está la arquitectura. Esta disciplina refleja el profundo interés que despierta el fútbol a través de arenas, estadios y otras instalaciones deportivas. Bahadir Kul Architects, HOK y Populous son algunos estudios que han diseñado y construido genuinos monumentos al deporte.
Ahora, Ecuador volvió a un mundial. La mayoría de sus partidos ya no se jugaron en el mítico estadio Atahualpa. Al grupo A de Catar 2022, que compartiremos con Senegal, Holanda y el anfitrión, llegamos ganando los puntos sobre otras canchas.
Pero eso no quita que el estadio Atahualpa siga siendo un elemento urbano clásico e icónico de Quito. Este es un recuento de su vida.
En 1942, la zona donde hoy se levanta el Estadio Olímpico Atahualpa, la Carolina, había sido definida como el centro deportivo de la ciudad en el plan regulador urbano proyectado por el arquitecto uruguayo Guillermo Jones Odriozola.
Esta visión incluía extensas áreas verdes aledañas y grandes avenidas de conexión. Solo se materializaron el Estadio, el parque y la avenida Naciones Unidas.
El Estadio Olímpico Municipal del Batán, así se llamaba entonces, fue diseñado por el arquitecto checoslovaco Oscar Etwanick, autor de emblemáticos edificios como el Casabaca en la avenida 10 de Agosto, o las plantas de teléfonos del Centro Histórico y La Mariscal, entre otros.
La construcción inició en 1948 y estuvo a cargo de la Compañía Mena-Atlas. Llegó a emplear a más de 300 obreros que, sobre 170.000 metros cuadrados, levantaron al gigante. En 1951 se inauguró la obra y fue calificada como un elefante blanco, demasiado grande para una ciudad como Quito.
Se inauguró el espacio con dos partidos: uno entre Río Guayas y Cúcuta (triunfo del cuadro colombiano por 4-3) y otro entre la Selección de Pichincha y el Boca Juniors de Cali, suspendido por un fuerte aguacero.
En 1963, la Concentración Deportiva de Pichincha, que asumió la administración del espacio, hizo una convocatoria para cambiar el nombre del escenario deportivo. Alfredo Pachel Rivera propuso el nombre de Atahualpa, que hoy parece inseparable del estadio.
Después, el Olímpico Atahualpa se convirtió en una parte inseparable de la ciudad y de la historia deportiva ecuatoriana. En su cancha jugaron como locales: Deportivo Quito, Deportivo El Nacional, Universidad Católica y la Liga Deportiva Universitaria de Quito (hasta 1996).
El 7 de noviembre del 2001, Jaime Iván Kaviedes marcó el gol que le dio a Ecuador el pase a su primer Mundial. Fue ante Uruguay, en un partido que empatamos pero que nos llevó brevemente a la gloria.
Tras la inauguración del Estadio Monumental de Guayaquil en 1987, el Atahualpa dejó de ser la arena deportiva más grande del país. Hoy ocupa el quinto lugar a nivel nacional, y segundo en la Capital. Para muchas ecuatorianas y ecuatorianos, sin embargo, se encuentra primero cuando piensan en la palabra fútbol.