Una comunidad no es más que los seres humanos que la habitan: sus sueños, personalidades, planes y visiones del mundo. Los proyectos de Uribe Schwarzkopf no solo son modernos conjuntos residenciales ubicados en las partes más dinámicas de la ciudad, también son vibrantes comunidades de vecinos, amigos, visitantes y transeúntes.
Quisimos descubrir a los humanos que viven en nuestros edificios. Y para empezar con esta aventura elegimos a dos mujeres jóvenes que viven en partes alejadas de la ciudad pero que comparten ser parte de la comunidad Uribe Schwarzkopf.
Hoy presentamos a Victoria Salomé Barahona y a Rafaela Vega.
Le gusta que la llamen por sus dos nombres: Victoria Salomé. Es una experta en fitness y nutrición. Ella maneja un gimnasio virtual y vive en el edificio Atelier hace tres años. Le gusta meditar, cocinar y pasar tiempo con Mimi, su educada perrita Shih Tzu.
“Lo primero que me gustó del Atelier fue su ubicación”, dice Victoria Salomé. En ese entonces, antes de la pandemia del covid-19, ella tenía un gimnasio a pocas cuadras del edificio, que está en uno de los centros financieros de Quito. Pero lo que la terminó de convencer y enamorar de su nuevo hogar fue la vista desde su balcón.
Todo lo demás fue ganancia. “Antes había vivido en un edificio bonito pero que no tenía los amenities que destacan a los proyectos de Uribe Schwarzkopf”, dice Victoria Salomé. Del Atelier le encantan las áreas húmedas, la terraza y el gimnasio, al que va todos los días como buena experta fit.
En estas áreas, Victoria Salomé siente que puede encontrar un espacio para ella misma en medio de las aceleradas pulsaciones de la ciudad en ebullición que es Quito. “Me gusta subir a la terraza a meditar”, dice sonriente.
Aparte, dice que hay muchas otras ventajas de tener estos espacios en su edificio. El gimnasio al que Victoria iba antes, le costaba más de 1.000 dólares al año. Ahora, no gasta ese dinero. A eso le suma el ahorro en cuestiones como la gasolina que casi no consume. Dice que todo le queda tan cerca que, por ahorro y conciencia ecológica, prefiere no usar su auto.
Los amenities del Atelier también le han servido para conocer gente. Así se hizo amiga de una pareja de vecinos. Lo que empezó con unas conversaciones en el gimnasio, se convirtió en una amistad duradera. Cuando sus vecinos tuvieron que viajar por un tiempo, le confiaron a su perrita Hollie que, afortunadamente, es la mejor amiga de Mimi.
Estas relaciones fueron muy importantes durante los meses de estricta cuarentena por el coronavirus. Después de un día encerrada, Victoria Salomé recuerda que también se apoyó con el personal del edificio. “A veces bajaba a ver el fútbol con los guardias”, cuenta. Una iniciativa de los vecinos del Atelier durante está difícil época fue ayudar a las personas de la tercera edad con sus compras y estar atentos de que no les falte nada.
Victoria Salomé dice que para ella, como mujer que vive sola, sentirse segura es indispensable. “En este sentido, el Atelier ha cumplido todas sus expectativas”, dice. Esto no solo es por el servicio de guardianía y administración, sino por la buena relación con sus vecinos.
Cuenta que hace algún tiempo tuvo un problema en redes sociales que le hizo sentir expuesta y que la administración estuvo lista para darle esa atención extra que necesitaba. A veces, cuando sale a algún lugar cercano, su perrita Mimi se queda con los amables guardias con los que solía ver fútbol en las más duras semanas del encierro del covid-19.
Rafaela vive al otro lado de la ciudad, en el Yoo de Cumbayá pero se siente igual en muchos aspectos como Victoria Salomé. Por ejemplo, la seguridad. Sentada en su sofá azul en un día soleado, dice que, además, en su apartamento tiene mucha privacidad.
Esta joven bioquímica dirige una empresa de cuidado facial llamada Cloud 9 y vive en el Yoo desde hace tres años. Está muy entregada a su trabajo y no tiene mucho tiempo libre por eso aprovecha al máximo los amenities y servicios de su edificio.
Le gusta mucho la piscina, desde donde a veces trabaja, las salas de reunión y el party room comunal. “Cuando hice mi primera fiesta casera y todo quedó hecho un desastre, me di cuenta que, gracias a espacios como el teppanyaki bar podía seguir siendo social sin que nadie tenga que entrar a la casa con los zapatos mojados”, reconoce satisfecha.
Para una mujer emprendedora como Rafaela, ha sido muy importante asignar lugares para el trabajo y el descanso dentro de su hogar. “Tengo un cuarto que uso como oficina”, dice, recalcando que es muy disciplinada al evitar trabajar fuera de su estudio. Cuando tiene reuniones laborales utiliza las salas del Yoo o sale a la cafetería el Gallo, que está a la puerta de su edificio.
Durante la pandemia, Rafaela echó literalmente raíces en su departamento. A los pocos meses de encierro, sembró una enredadera que ahora cubre casi toda la pared de su patio. Ella, que antes se consideraba una nómada, ahora dice que su lugar favorito es su cuarto, del que no le gusta separarse cuando viaja fuera del país.
Sobre Cumbayá, el valle de Quito en que está el Yoo, dice que le encanta. Está a minutos del parque central y tiene toda su vida social en esa región. Cuándo se le pregunta en dónde le gustaría vivir en futuras etapas de su vida dice: “Viviría en el Yoo toda mi vida”, dice convencida.