Una ciudad caminable no es un tema nuevo, no es una filosofía que nace ahora, las ciudades siempre fueron caminables y se mantuvieron así durante miles de años. La vorágine en la que vivimos actualmente, donde no hay como caminar, es reciente de hace unos 90 años atrás.
Históricamente en el mundo había una convivencia sin problema entre los distintos actores viales, que van desde la persona que camina, pasando por las carrozas haladas por animales, el ómnibus -invento francés- para llevar a la gente a ciertos atractivos más alejados de la ciudad, la bicicleta, el tranvía y eventualmente, el automóvil particular, que en su inicio coexistía sin complicaciones con todos.
“El verdadero problema nace cuando se piensa en dar más velocidad al automóvil”, así lo explica Álvaro Guzmán, planificador de movilidad y transporte, con maestría en Transporte Sostenible y un doctorado en Políticas de Transporte, “se estimuló a que el automóvil circulara a una mayor velocidad, y esto no es compatible con los otros modos de transporte que años atrás eran la manera en que la gente se movilizaba en las ciudades.
A partir de ahí comienza una campaña muy fuerte por parte de la industria, como un todo, y empezó a explotarse muy agresivamente el petróleo tanto por la combustión del motor, como para la materia prima de los elementos que se producen derivados de éste, principalmente para pavimentar y asfaltar las calles. Toda esta presión generó una vía libre para el auto particular”.
Es a partir de ahí que surgen conceptos que ahora están normalizados en todas las ciudades, “como las veredas, los paso cebra, los semáforos y esperamos que las personas se comporten de cierta manera respetando estos artefactos, son una necesidad para facilitar el flujo vehicular, no para facilitar la movilidad humana”, dice el experto que ha trabajado en todas las líneas de transporte, desde el diseño de políticas públicas, la reglamentación, el control del transporte, entre otros.
En ningún momento ese paisaje urbano que tenemos ahora, fue pensado en la gente, “esto tuvo mucha fuerza después de la II Guerra Mundial, cuando se construyen pasos a desnivel y carreteras, destruyendo muchísimas ciudades para dar paso a estas grandes vías, y nuestro país no fue la excepción, como ejemplo, en su momento, basta señalar la Biblioteca Nacional en Quito, uno de los edificios más bonitos que jamás se construyó en la ciudad, que fue destruido para dar paso a La Marín”, enfatiza Álvaro Guzmán, también consultor de organismos internacionales, quien nos explica que es a partir de ahí que nos convencen que las ciudades han sido de los carros. Se construyen los grandes suburbios de grandes extensiones, con la idea de irse lo más lejos posible del centro.
El caos urbano que vivimos, la congestión, los accidentes de tránsito, la contaminación -en la magnitud que tenemos ahora- son problemas recientes, “nos morimos por millones cada año, y quedan lesionados por los incidentes viales muchísimos más, todo esto como consecuencia del desarrollo que se ha dado alrededor del auto particular”, dice Guzmán.
Lo que ahora se busca es volver a esos orígenes caminables pero sabiendo que las ciudades ya se desarrollaron alrededor de una máquina y hay que encontrar la manera de modificar las urbes para que de alguna manera se pueda vivir de una forma más segura y saludable.
Existen actualmente algunas ciudades caminables, muy pocas, como Venecia en Italia o Pontevedra en España, todas éstas tienen particularidades que les permiten ser caminables en ciertas partes, incluso algunas de las nuestras, “a veces pensamos desde nuestra perspectiva cómoda de clase media privilegiada, que tenemos acceso a un auto y creemos que todos se mueven así, pero realmente el mayor porcentaje de personas está haciendo sus cosas a pie, usan el transporte público, su bicicleta”, este grupo de ciudadanos conforman aproximadamente en Quito más del 70%, “los que caotizan son una minoría privilegiada, lo que es bien triste porque todas las políticas grandes se enfocan en tratar de resolver los problemas de éstos, en vez de reforzar lo que la mayoría está haciendo y necesita”.
Hoy en día no es posible hablar de una ciudad caminable, sí de sectores caminables, es necesario incentivar a las personas para que cuando vayan a estos espacios sepan que van a tener que caminar, algo parecido a lo que pasa en el Centro Histórico de Quito, donde los ciudadanos saben que o dejan su carro en los parqueaderos de la zona o toman transporte público -bus, trole y próximamente el metro-, hasta ciertas partes y de ahí hay que caminar, “cada vez es menos la gente que usa su vehículo particular para ir al Centro, y así existen otros sectores que podrían convertirse en espacios caminables”.
Quito hoy cuenta con sectores que tienen características únicas que permitirían que muchas de sus áreas se vuelvan peatonales, porque además de los servicios que tienen, cuentan también con transporte público, “son áreas que definitivamente si pueden ser pensadas de una manera distinta, donde efectivamente se de preferencia a quienes caminan, a los que usan transporte púbico o que montan bicicleta u otras formas de movilidad alternativa a la de motor -micromovilidad (scooters)-”, enfatiza este aficionado del ciclismo urbano y deportivo, quien recalca que debido a una lucha política importante, no es fácil borrar del imaginario de las personas el concepto de que el desarrollo va sobre el auto particular, “aunque no lo tengas, cuando escuchas que hay la idea de peatonizar, te opones, porque aspiras a tener un carro. No es un tema sencillo, pero hay que comenzar a trabajarlo social y políticamente, y dejar de pensar que solo el Centro Histórico puede ser peatonal, también se podría hacer en el área central de Calderón para que llegar a su plaza principal sea una experiencia agradable. Y en Guayaquil pasa lo mismo, hay lugares muy interesantes con gran potencial como en el Centro, la calle Olmedo, Urdesa, el barrio Centenario -regeneración urbana pensada en la convivencia entre el ser humano y el vehículo-”. No hay que asustarse frente al plan de hacer espacios caminables, es cuestión de organizarse para el beneficio de todos: de quienes lo habitan, de los que visitan, de sus comerciantes, etc.
Hay miles de personas que caminan por el hipercentro de Quito todos los días, es un área de la ciudad que tiene una alta vocación de caminabilidad y se debería repotenciar para que se vuelvan de fácil acceso, porque actualmente resulta complicado el cruce de ciertas avenidas porque los vehículos tienen permitido el uso de la velocidad sin que haya respeto ni a la señalética, peor al peatón. “La gente no necesita un cambio de chip, la gente está consciente de lo que hay que hacer, el problema es que somos extremadamente cómodos, entonces queremos que otro hago, no yo.
Es evidente que quienes están generando el caos son los vehículos particulares y de manera ineficiente, porque utilizan 120 / 140 caballos de fuerza, dos toneladas de acero, para mover a una persona”. Pese a que puede verse complejo para Álvaro encontrar una solución no es tan difícil, él plantea que la única salida en un país al que le encanta hablar de libertadas pero donde la gente se asusta al hacerlo de restricciones, en este tema es necesaria la restricción, “hay que restringir, hay que cobrar el uso. Si quieres venir en tu auto, hazlo pero paga, hay que hacer un pico y placa eficiente, no como el de ahora. Hay formas y medidas que sino las aplicamos ahora, igual tendremos que hacerlas en los próximos diez años, solo estamos alargando el sufrimiento.
Hay que desarrollar políticas de restricción que desincentiven el uso del carro particular, y no se trata de hablar de priorizar el transporte público, porque todas las autoridades en los últimos quince años dicen lo mismo, pero no hay tal, nadie trabaja por mejorar el transporte público”, puntualiza el experto, quien pregunta, “¿cuál es la razón de que el túnel Guayasamín, que es una inversión tan alta, sea utilizado solo por una minoría privilegiada? si se va a hacer una infraestructura de ese tamaño y valor, que sea para beneficiar a una mayoría y no al revés”.
Esto es el resultado de la manera en como se han desarrollado las ciudades en el país. El macrocentro de Quito tiene mucha inversión pública y privada, entonces por qué ellos se van a ir a otra parte, ya están ahí y no se moverán, “acabamos de meter dos mil quinientos millones de dólares debajo de la tierra, esa cosa tiene que funcionar y bien, esa infraestructura no se va ir a Tumbaco, Cumbayá, los Chillos.
El metro es un producto de última tecnología y estará ahí los próximos cien años, entonces la gente va a querer volver a Quito. Todos quienes se han ido a los valles van a volver, es un hecho, es un proceso que han sufrido todas las ciudades del mundo.
La vida está en la ciudad, los teatros, cines, centros comerciales, hay que acelerar ese proceso, poniendo a quienes vienen en auto desde los valles, las cosas más difíciles, caras, lentas, debe volverse más duro de lo que es ahorita. Es hora de que la gente se suba al transporte público, está ahí, hay que controlarlos, revisar sus rutas -sin castigar a sus usuarios- y trabajar en eso, ordenarlo, pero ya está ahí y funciona”.
La velocidad es el problema
Cuando se habla de una ciudad caminable se puede pensar que hay elementos urbanos que debe contribuir a que ésta exista, para Álvaro Guzmán es uno solo, “la velocidad. La ciudad debe tener un tráfico pacífico, ese es el único elemento característico de este concepto, un tráfico que vaya a una velocidad que pueda convivir con el ser humano, para que si alguien comete un error en la vía, no mate”.
Si queremos una ciudad caminable, hay que bajar la velocidad, controlarla para que vaya entre 20 a 30 km/h y revisar el volumen de vehículos, solo así una urbe se convertirá en el epicentro de los acontecimientos sociales.
Una inversión atractiva
Volver a nuestros orígenes como una ciudad preparada para los peatones, donde el ser humano es la prioridad, y entender que lo lógico es potenciar un concepto interesante donde no se trata de copiar un modelo de `ciudad de 15 minutos`, sino de adaptarla a cada caso, es clave.
Es así que hoy por hoy, regresar a ver a la ciudad es una inversión segura. “Hacer una ciudad caminable no es tan caro, hay que invertir pero los beneficios en calidad de vida, salud, seguridad, ambiente, son muy grandes y rentables para la ciudad, el solo hecho de ahorrar combustible, ya dice mucho”, explica Guzmán, quien es enfático en señalar que “para hablar de una ciudad moderna como se ha desarrollado en las últimas décadas, los dos conceptos deben estar bien intercalados, una ciudad caminable, no puede ir separado de un buen sistema de transporte público, que nos permita acceder a esas oportunidades que no van a estar a distancias caminables.
Además la adquisición de bienes inmuebles en una ciudad caminable, con una visión a futuro, “es una gran inversión, porque todos van a querer regresar a la ciudad, todo el mundo vuelve al centro, es un principio universal”.