Blog Uribe Schwarzkopf

Olga Fisch un espacio de silencio

Escrito por Uribe Schwarzkopf | 01 diciembre 2023

Llegar a la tienda Olga Fisch Folklore en Quito es un privilegio, donde se respira arte como esencia, donde se palpa con una misión social clara, la convicción de continuar un legado por amor y con el compromiso de no irrumpir jamás las tradiciones de sus artesanos, porque se conocen a lo largo de ya 81 años y viven su trabajo con respeto y dignidad, nunca como un negocio.

Así de claro. Su misión es dejar una marca que mantenga ilesas las tradiciones de los ancestros ecuatorianos. Una marca social, que cuida el oficio de cientos de artesanos de todas las regiones del país, pues su trabajo habla de quiénes somos.

Cuatro generaciones de mujeres, mantienen viva una tradición imborrable, que nació en 1945 por iniciativa de Olga Fisch, coleccionista y diseñadora húngara-judía, que llegó al país y se enamoró del Ecuador, y cuya pasión por nuestra artesanía, la llevó a ser la mayor exponente y recopiladora del rescate de la cultura artesanal, esa que nos da identidad, que nos devuelve sentido de pertenencia y que nos enorgullece de ser quienes somos, ecuatorianos conectados a través de un pacto honesto. 

En este lugar se entiende la importancia del silencio, la convicción por el trabajo sin pretensiones y el respeto por el ser humano y su alma. Aquí no se invade, se crea en armonía y esto es evidente por eso hoy la llamada llegó desde Madrid -España- a través de su gran cadena de almacenes, El Corte Inglés.

Ellos descubrieron a Olga Fisch en sus redes sociales y se cautivaron por la magia del color y de los tejidos con ese diseño exquisito en cada pieza, esas que transmiten la médula de quienes las han trabajado. Familias que son parte esencial de los talleres de Olga Fisch que elaboran sus productos con técnicas clásicas que las transmiten de generación en generación, donde “se rescatan los oficios”, dice Margara Anhalzer, presidenta de Olga Fisch, quien con su hija Bernarda Polanco, gerente general, dirigen la tienda y los talleres.

Aquí se guardan esos secretos que hacen únicas a cada prenda, ésas que evolucionan, que se nutren de aprendizaje y sobre todo, se cubren con la sabiduría ancestral, que sólo puede ser transmitida por quien lleva años en un oficio que no se improvisa. Porque ponerlo de moda es fácil, lo complejo es mantenerlo vivo de manera limpia, sin contaminarlo, ser constante, que en una prenda con sólo tocarla se vibre, y que con cada puntada se guarden las memorias e historias tejidas a mano una a una con dignidad, fortaleza, calidad y solidaridad.


Los ponchos de Olga Fisch son los protagonista en El Corte Inglés, “esa fue nuestra propuesta y para eso realizamos un trabajo de investigación profunda. Hablamos con muchas personas que conocen, que usan el poncho -tradicionalmente es una pieza masculina- que lo viven y los tejen, así que en este caso no fue difícil porque es gente con la que trabajamos todo el tiempo. Lo importante siempre es identificar con quién quieres trabajar y respetar los procesos, porque hay una línea muy fina entre hacer artesanía y respetar un oficio. No puedes pedir que la gente haga cosas que están fuera de su línea habitual, eso daña el oficio, y para evitarlo es relevante el conocimiento”, explica Margara.

Hoy cuentan con cientos de estudios históricos sobre el significado de los oficios que se hacen en el país, “faltan más pero nosotros somos muy ortodoxos respetando su origen, el por qué, cuál es el material y cuál es la importancia en el proceso”, y es que el mundo del artesano es incansable y variado, “una mujer artesana mientras cuida el ganado, ara la tierra, ayuda a sus hijos con las tareas, vende en el mercado y en su tiempo libre, realiza la artesanía; por eso es importantísimo respetar los tiempos que les toma crear cada pieza, sino se invade y se provoca un cambio que no necesariamente va a ser bueno”.

El poncho, por ejemplo, es una prenda cálida, nosotros nos planteamos el objetivo de reintroducirlo, porque en el mundo andino del país, está desapareciendo, y es que tejer un poncho implica un proceso muy largo de hasta cuatro meses -parte desde la oveja, trasquilarla, lavar la lana, teñirla y tejerla-. Cuando llegó el fleece -tipo de tela más barata y que se lava y seca rápido- despareció el poncho en esta zona, “lo rescatamos, con un enfoque femenino, como un artículo de moda”.



La respuesta de este nuevo mercado ha sido positiva, ya que las vitrinas del gran almacén europeo contarán con más prendas Olga Fisch, que desde luego responden a un slowfashion -filosofía de consumo responsable-.

Esta nueva aventura ha sido fantástica, un aprendizaje sorprendente que les ha hecho repensar sus nuevas colecciones ya que todo lo que se vende afuera se vende en el país a través de sus tiendas y web, “nos vieron en las redes y nos escribieron para pedir el catálogo de productos, eligieron los ponchos y nos mandaron un formulario ISO, nosotros no somos una empresa, somos un taller, no contamos con esos documentos. Nos dijeron que no había problema que cada artesano escriba una carta. Una tarde los invitamos a la tienda a un almuerzo, les tomamos fotos y grabamos sus respuestas sobre las preguntas que pedía El Corte Inglés; eso enviamos, porque para nosotros es importante que conozcan los rostros detrás del trabajo, las historias detrás de cada producto”, explica Margara.

Procesos transparentes, de calidad, comercio justo, rescate de las técnicas artesanales y esfuerzo en equipo, son las premisas y el valor agregado que cubre Olga Fisch. El resultado es perfecto, están rodeados de mujeres valientes, trabajadoras y talentosas, y de cientos de artesanos, confeccionistas y proveedores con quienes mueven la economía local de manera importante e incesante, que permite desarrollar sus comunidades, sin perderlas. 

En medio del silencio, un respiro profundo sale del alma de una mujer sorprendente que nos cuenta con pasión este nuevo reto que está siendo superado con altura, como todo lo que ellos hacen. Descubrir en sus ojos el brillo sincero con el que vive, y cómo eso lo transmite a los suyos para que no se pierda este planeta irrepetible, es un honor. “Yo tengo la suerte de haber heredado su legado -de Olga Fisch- tengo la suerte de poder estudiarla como mujer, como artista, como pionera en el campo del folklore en este país en ese momento. Una mujer sin miedo, sin complejos, con un impresionante sentido de pertenencia a esta tierra, habiendo llegado a las cuarenta años”.

Margara Anhalzer marca su huella indiscutible, ella es un referente en el mundo del arte, de la cultura, del diseño. Ella es una mujer completa, que se apasiona de manera transparente, que enamora por su sutileza y carisma, y que hoy junto a su hija, destacan un trabajo maravilloso que le devuelve al país, desde su orilla, el autoestima que tanta falta nos hace.

El Ecuador carece de políticas de Estado que protejan las artesanías y los saberes ancestrales de los pueblos, que son la base para generar orgullo en la gente; lastimosamente aquí es todo lo contrario, el Estado se olvida que la riqueza del país también está en eso. “Si yo pudiera decirles a mis nietos algo sobre el Ecuador y nuestro legado, es que debemos estar agradecidos de la generosidad que recibimos siempre”.

En este paréntesis, sentadas, rodeadas de historia, Margara se regala una pausa y mientras mira a su alrededor me responde con una sonrisa que contagia, que su orgullo innegable son sus hijas, hace un breve repaso por su vida y su mirada brilla de nuevo cuando habla de su tía Olga -de quien se proclama guardiana de sus cosas- y saborea cada palabra con calma cuando recuerda la suerte que tuvo en un momento de su vida, cuando vivía afuera, de soplar vidrio, “no hay nada más fantástico en el mundo, es un arte para dedicarse 24 horas al día, es el trabajo constante con los opuestos. El líquido lo vuelves sólido, trabajas con aire, con calor que se vuelve frío y con movimiento constante, porque sino se rompe. Hacerlo es un ejercicio de fluidez, hay que fluir todo el tiempo. Es como la vida, sino fluyes, colapsas”. 

“Tener la visión que tuvo Olga Fisch es un lujo irrepetible, por eso nuestro mantra es: si en algo podemos confiar es en sus ojos, en lo que ella vio y por eso seguimos haciendo lo que hacemos”.