Gabriela Vera y Alfredo Mancheno juegan con los colores, con las texturas y con las formas geométricas y precolombinas que reflejan la identidad de un país lleno de contrastes, ésos que lo hacen mágico en cada uno de sus diversos paisajes.
Galápagos fue el disparador del surgimiento de un nuevo proyecto que lleva ya cinco años en el mercado y cuya presencia deja huellas importantes a nivel nacional y sobre todo fuera de nuestras fronteras, pues cada pieza sutilmente creada, son obras que cientos de turistas se llevan de regreso a sus hogares y que sin hablar, sólo mostrándolas, transmiten el lenguaje de un pueblo, la expresión trabajada de manera exquisita, devolviéndoles el espacio que merecen muchísimos artesanos que las producen y que con su oficio, se conserva su cultura y su herencia.
Y este respeto hacia las comunidades de la diversas regiones del país -Sierra, Costa, Oriente, Galápagos- surge a partir del ejemplo y experiencia que Gabriela obtuvo en el Taller Guayasamín, un espacio que nace en 1975 de la mano del Maestro Oswaldo Guayasamín, quien quería plasmar sus diseños de joyas y que éstos se hagan, con el fin de rescatar a los artesanos y reconocer su valor.
El Taller hoy es dirigido por Gabriela, ella estudió diseño de vestuario en Brasil y Chile, y toda su vida ha estado rodeada de arte, ha respirado la belleza y armonía de crear desde el día que nació, creció valorando lo nuestro, desde el talento por el diseño, hasta plasmar en lo artesanal, y tuvo el privilegio de trabajar con su abuelo y heredar una sensibilidad evidente que la transformó desde el año ‘94 en piezas de ropa con obras de su abuelo. Luego junto con su tía Berenice y Oswaldo Guayasamín, pusieron en el Mall El Jardín la tienda “3 Guayasamín” -tres generaciones- donde se exponían joyas del Maestro, joyas de su tía y la línea de ropa de Gabriela, “siempre tuve esa claridad de diseñar ropa, desde niña hacía cambios y creaba para mi. Es algo que va más allá de la moda, que puede sonar vacío, es entender que la forma de vestir es una manera de expresarse, esa es la importancia al buscar estilos y decir quiénes somos. Para mi eso es la moda”.
Hoy en día la marca de Gabriela y de su esposo, Alfredo -diseñador gráfico industrial- toma un nuevo giro, emprendieron en distintas líneas, “una siempre está en una búsqueda, todo el tiempo quieres experimentar, probar y hacer cosas nuevas”, así nace Opuntia -cactus endémico de Galápagos- “vimos que en un lugar tan maravilloso y exuberante como Galápagos no había tiendas que reflejen lo que se tiene ahí, toda su flora y fauna, toda su diversidad”, y se lanzaron a crear justo eso, una línea inspirada en Galápagos y en una obra hecha por su abuelo, donde pintó esos cactus que sólo se encuentran ahí.
La línea desarrolla pañuelos, bolsos, monederos, cartucheras, magnéticos y vestuario -blusas, vestidos (lo que más le gusta crear), chaquetas- “uno siempre se encamina hacia lo que le gusta. Pensamos en diversificar y mostrar todo lo que es el Ecuador -todas sus regiones- y desde luego lo precolombino, la valoración de sus imágenes que son tan nuestras y que crecí viéndolas. Resaltamos y creamos una marca con identidad propia, inspirada en los colores del Ecuador, un país pequeño pero tan rico en tantas cosas”. Opuntia se vende en Santa Cruz -Galápagos- en el aeropuerto de Quito, en Cumbayá, en Cuenca, y ahora, en la Fundación Guayasamín.
Nuestro espacio abrió sus puertas para hacer de éste un hub de diseñadores ecuatorianos, donde puedan exponer de manera positiva sus creaciones como un homenaje a la creatividad pero sobre todo a los artesanos que producen cada pieza y a los diseñadores que no tenían donde exhibir, sólo ecuatorianos. “En este lugar tan lindo dentro de la casa, rescato el alma de lo que quiso mi abuelo Oswaldo -Taller Guayasamín- crear la marca para comercializar y sobre todo, darles a los trabajadores de los diversos oficios, el lugar que se merecen, para que se valore lo que hacen, y así rescatar las tradiciones evitando que desaparezcan en el tiempo”.
Entrar a este mágico rincón del Museo Guayasamín es esconderse un instante, es eludir al vertiginoso planeta y darnos la libertad de respirar y recargarnos con la fuerza y belleza del arte, ésa que nos produce un trance y nos devuelve a la realidad como mejores seres humanos.
El color, las formas y el espíritu que guardan esas joyas diseñadas por el Maestro Guayasamín y que su hija, Berenice continuó hace cincuenta años y que ahora Gabriela también sigue la posta con sus propios diseños, es un privilegio que trasciende las diversas etapas del tiempo. “Me encanta esto porque desde niña veía y vivía el proceso, me probaba todo y ahora que tengo la oportunidad de ser yo quien pueda crear, manteniendo una línea con un concepto que lo tengo muy arraigado en mi trazo, es maravilloso, porque en cada pieza está una historia que cuento”.
Gabriela tiene una larga trayectoria en el mundo del diseño de ropa, que ha ido desde la alta costura hasta la creación de una marca con una propuesta de diseño para un segmento que valore y que pueda sentirse identificada y donde predomine la comodidad. “Todos los estampados de Opuntia tiene que ver con lo geométrico, lo precolombino, la amazonia y la exuberancia de colores. Quisimos crear algo que nos identifique pero no literal, sino que de manera sutil haya ese algo nuestro”.
La chacana, el sol, los tejidos andinos mezclados con el color tan fuerte que siempre está presente y que es paradójico, por ser triste en una parte, pero donde hay un toque de alegría a través del color, es el contraste que nos identifica como ecuatorianos. “Es como un desafío, hay que ser arriesgado, lo neutro es básico y sin desmerecer a nadie, cualquiera lo puede hacer.
Nuestra propuesta tiene esa identidad, puede que no guste a todo el mundo, pero hay personas que entran aquí y se impactan de la energía, de la alegría y la esperanza que se transmite. Eso me encanta, cuando se prueban algo y su rostro se transforma, ellos sienten la felicidad, se sienten bien consigo mismo y si eso se alcanza, eres capaz de hacer las cosas más increíbles en el mundo.
Es una satisfacción infinita, como ver un hijo en cada pieza”. El objetivo siempre es que la gente se vaya contenta y Opuntia lo logra con creces.
“En mis manos tengo la responsabilidad de proteger un legado que junta los caminos y las generaciones”.
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Tienda: Fundación Guayasamín (Mariano Calvache E18-94 y Lorenzo Chávez, Barrio Bellavista. Quito, Ecuador).