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Pepe Pistolas: 'Nada se pierde, todo se transforma'

Escrito por Uribe Schwarzkopf | 05 marzo 2024

‘RE-VOLVER’ esculturas biometálicas, es la más reciente exposición del escultor franco-ecuatoriano Pepe Pistolas.

Su mirada acoge y dispara un enigma que se traslada en la fuerza de su obra. Esculturas potentes que dicen mucho, que denuncian, que gritan, que curan y calman, que transmiten mensajes que nos hacen pensar. Cada pieza tiene su historia, una que se revela conforme se la descubre, se la palpa y se la escucha.

Un escultor que trabaja en metal, transforma la chatarra en arte y sobrepasa la realidad a la vez que te la escupe brutalmente sacudiendo todos los sentidos. La interpretación es responsabilidad de cada uno, pero es imposible quedarse impávido frente a la magnitud de su trabajo. “Todo cambia, todo se transforma y da sentido a la reutilización de la chatarra y a lo que es la vida misma, sólo depende de ti lo que quieras hacer con lo que tengas en tus manos”, dice Pepe Pistolas.

Pierre Durand Pusdad (Guayaquil, 1988) es el artista, a él se le conoce en el mundo del arte como ‘Pepe Pistolas’, un nombre que escribe su historia con dolor y que personifica a un ser humano que sabe como levantarse las veces que sean necesarias y que está donde debe estar. Su primera obra la hizo a sus 21 años y es la que más le ha removido, la urna de su padre. Su obra favorita es su ángel ‘In Utero’ -una caja de música sorprendente-. Su segunda escultura fue un mosquito que se lo robaron, a él le causó tantas iras, dolor y frustración que “me metí al taller, construí una pistola hermosa, doble cañón recortado y me alivió mucho, en ese momento entró un señor y me compró la pistola. Acababa de vender mi primera obra y así comencé a hacer mis armas hasta las tres de la mañana, y todas las vendí y le cambié el concepto por armas de paz: pistola de cosquillas, de burbujas, de plumas, les metí mecanismo y desmilitaricé el nombre.” Este franco-ecuatoriano fue sommelier en Francia -país de origen de su padre- y llegó al taller del gran escultor francés, Jean-Francois Buisson, lo conoció en es Vivres de l’art y tuvo una conexión fascinante.

Fue su asistente, encargado del taller y aprendiz, “no estudié esto y él ha sido mi mentor, mi padre en el metal, mi referente en el arte de la metalurgia”. Trabajaba durante el día en un hotel y por la tarde/noche pasaba en el taller, un día no volvió, su padre había fallecido y Pepe Pistolas necesitaba trabajar y continuar sus estudios, recuperarse y resolver algunos asuntos, fue ahí cuando el maestro Buisson lo fue a buscar al hotel y le ofreció trabajo en su taller impulsándolo y estimulando su pasión por este oficio, su vida a través del arte y la importancia de aprender y enseñar por medio de un taller creativo. “Fueron ocho años construyendo monumentos gigantes para festivales, para el Estado y luego me ayudó con mi exposición, me lancé como artista y dejé de trabajar en sus obras. Cambié el enfoque de hacer las cosas de alguien para hacer lo mío”.

Pepe Pistolas tiene claro que vivir del arte es muy difícil, sobre todo en el país y por eso incurre en algunos oficios para poder trabajar en lo que ama y tiene un objetivo claro, impulsar un taller que permita a otros vincularse al oficio, enseñándoles técnicas y dándoles la oportunidad de crear y hacer lo que les apasiona, tal como él pudo hacerlo cuando tomó la decisión más importante de su vida, dedicarse al arte de fundir el metal.

Él no se rige por un proceso creativo estructurado, cuando crea sus piezas “las hago porque me da la gana, porque quiero hacer un ave -me encantan, las envidio porque pueden volar-. Las situaciones son las que más me inspiran, me mueven, pero no hay una razón firme o un concepto, con mi trabajo logro acercar lo que me gusta al mismo espacio en el que estoy, en el que habito y de cierta manera eso me quita la nostalgia de no poder volar -en el caso de las aves-.” Con las pistolas el artista hace catarsis lo llevan a sobrellevar ciertos hechos, cuando siente que toca fondo por diversas razones le ayudan a procesar, lo sostienen y vuelve al origen.

Para poder crear Pepe Pistolas necesita de la soledad, le gusta la oscuridad y trabaja con música -rock viejo: Led Zeppellin, Pink Floyd, The Beatles-. Tiene su taller en el hotel La Circaciana en Quito, donde se puede ver su trabajo, además es uno de los fundadores de la fundación El Útero. Actualmente está concentrado en la creación de un proyecto con su hermano, se trata de la construcción de viviendas modulares, transportables y ecológicas, “me lanzo a mi parte arquitectónica y de diseño, quiero desarrollarla aquí y en Francia”.

Recorrer la exposición en B33 Galería en el Centro Cultural Buenaventura en Quito es una experiencia que juega con el espacio y el tiempo donde las pistolas, los animales, los ángeles, los espejos, los seres humanos y lo fantásticos cobran vida y miran desde la calma de su propio hábitat e invitan a reflexionar sobre el rol que jugamos cada uno desde nuestra propia orilla. Pepe Pistolas es un artista que busca, es muy curioso y aprende todos los días. Tiene ganas de crecer y expandirse, quiere salir porque no le gusta sentirse limitado, quiere crear oportunidades para él y para otros artistas.

“Quiero que el arte evolucione, quiero ser pionero en transmitir esto que a mí me salvó la vida: el arte y el metal le dieron una razón a mi vida”.

Instagram: ppistolas88