Definitivamente, no existe mayor felicidad que la de poder crear, habitar y ser dueño de un hogar propio. Hacer de ese espacio algo único, a gusto, con la tranquilidad y certeza de saber que siempre estará ahí, para ser el techo de la familia, el lugar de encuentro y de miles de anécdotas de vida.
Ser dueño del lugar que uno habita es el mayor “pro” que pueda existir, porque acarrea con ello un sin fin de beneficios, libertades y la más creciente tranquilidad. Comenzar a ver un futuro más allá del arrendamiento, es empezar a crear un mundo de infinitas y exitosas posibilidades.
A continuación, 5 razones por las cuales dejar de arrendar, y todos los frutos de visualizarte como dueño de tu propio hogar:
1- Seguridad a largo plazo
Dejar de arrendar para introducirse en el mundo del hogar propio, es el camino más directo hacia la seguridad a largo plazo. Invertir en ladrillos es, definitivamente, la decisión más segura.
De esta manera se va “creando” un futuro próspero y no se expone el ahorro de una familia a la devaluación de la moneda y las múltiples situaciones y crisis, que pueden llegar a afectar su contexto social y geográfico.
Este primer empujón y gran esfuerzo es la posibilidad de tener asegurado un techo propio, sin tener que estar atado a un pago mensual para siempre, que demandará tener un flujo económico fijo, obligando a la persona a asumir una responsabilidad constante y muy estresante.
2- La posibilidad de crear sin límites
Dejar de arrendar e invertir en un hogar propio es una de las situaciones de vida más fascinantes. Es como si, de repente, uno tuviese en frente suyo un lienzo liso y blanco, preparado para ser pintado por las acuarelas más preciosas, todas, a gusto y placer del pintor.
Es tener la potestad de elegir qué pinceladas hacer, qué colores utilizar, cuántos productos usar y en qué tiempo realizar la obra. Es poder pausar y continuar a gusto. Es hacer de una pintura, algo sumamente auténtico y con una impronta propia.
En otras palabras, ser dueño, es la ventaja de crear y hacer modificaciones en el hogar, cubriendo todas las necesidades y sin tener que depender de la autorización de nadie que se encuentre por encima del deseo propio.
3- La posibilidad de crecer patrimonialmente
Dejar de arrendar y construir un proyecto particular asegura, a largo plazo, crecimiento en la economía del grupo familiar. Esto se debe, a que el valor de los bienes inmuebles se aprecian en el tiempo.
Por ello, a la hora de construir, es importante tener en cuenta ciertos aspectos como la ubicación del proyecto, ya que eso elevará su valor. Invertir en bienes inmuebles hoy, generará rendimientos a futuro, sumando cada vez más al capital de la familia.
4- Recuperas tu esfuerzo económico
A la hora de construir o invertir en un bien inmueble, probablemente uno precise de acceder a un crédito hipotecario. En comparación al pago de una renta, la ventaja de esta situación, es que repagar la deuda amortizada a un tiempo extendido con tasas de interés atractivas, hace que el pago de intereses mensuales termine siendo menor que los pagos de mensualidades de un hogar rentado.
No cabe duda de que existe un importante compromiso y esfuerzo en la compra de una propiedad, pero las mensualidades atadas a esa compra pueden ser menores a la renta destinada a un tercero.
Arrendar puede que sea la forma más accesible de una vivienda, pero trae consigo la consecuencia de ser un gasto que jamás se recupera el tiempo y no permite generar un patrimonio propio. Empezar a invertir en algo, por más pequeño que sea, siempre permitirá crecer y recuperar el esfuerzo económico con el pasar del tiempo.
5- ¡No existen limitaciones!
Al ser propietario uno puede decidir qué modificar, cómo decorar, si desea tener mascotas, si desea arrendar a un tercero la propiedad, entre otras.
Todo sucede y se transforma en base a las propias necesidades y gustos. Haciendo de cada decisión algo más personal y genuino.
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Un gran esfuerzo y sus grandes frutos: estabilidad, tranquilidad y aumento del patrimonio. Esos son los pilares fundamentales que sirven a la hora de soñar y dejarse llevar por el deseo del hogar propio.
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