En las últimas décadas, la humanidad se ha dado cuenta que muchos de sus hábitos no pueden continuar. Cada año hay más personas en el mundo con sus necesidades de espacio, recursos y energía. La movilidad es una de las actividades que tienen un impacto más profundo sobre el planeta Tierra y que moldea nuestra calidad de vida.
Los combustibles fósiles qué utilizamos para casi todos nuestros desplazamientos contaminan el aire, el agua y calientan el planeta. Solo los automóviles particulares generan el 18% de las emisiones de CO2, el principal de los gases de efecto invernadero. Esto, aunque vivamos en una ciudad fría como Quito, es un problema muy grave.
La movilidad sostenible busca que nuestros desplazamientos cotidianos tengan el menor impacto ambiental posible y reducir el consumo de gas, petróleo y carbón. Además, busca alcanzar la eficiencia energética y beneficiar nuestra salud. La actividad física y los espacios libres de contaminación mejoran cuerpo y mente. Es una ganancia por todos los lados posibles.
Hay cuatro estrategias que podemos implementar para alcanzar la movilidad sostenible
Dos cabezas piensan mejor que una pero dos ruedas son mejor que cuatro. La bicicleta no solo nos dio una medalla olímpica a los ecuatorianos, también es una herramienta para que nuestra movilidad sea más sostenible.
Un recorrido de 30 minutos puede, fácilmente, desplazarnos 9 kilómetros. En muchos casos, esto es suficiente para hacer compras o llegar al trabajo.
Así contaminamos menos y cumplimos con la cantidad de ejercicio diario recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
La caminata es una actividad tan sencilla y necesaria que hasta tiene libros dedicados a ella.
El escritor William Hazlitt decía que “una de las experiencias más placenteras de la vida es una excursión a pie”. Nietzche, que era un gran caminador, llegó a decir que todas las grandes ideas se concibieron caminando. Un estudio de la Universidad de Stanford concluyó que, en efecto, la caminata tiene un impacto positivo en la creatividad.
A todas estas ventajas, sumemos que es una de las experiencias más sostenibles y saludables. Cuando vives en un sitio céntrico, donde tienes todo cerca (el trabajo, la diversión, la educación), caminar es siempre la mejor opción.
Cuándo caminar o ciclear no es una opción el transporte público es la mejor alternativa.
Cuando una familia o una persona dejan su auto en casa para viajar en bus, le restan un vehículo a las calles de la ciudad. Según varios estudios, en buena parte del mundo la ocupación de un carro es de 1,5 personas por cada vehículo. Si un bus lleva 40 personas, está sacando cerca de 26 autos de las vías.
Esto no solo preserva el medioambiente y disminuye el uso de recursos, también reduce el tráfico, uno de los peores aspectos de cualquier ciudad grande.
Otra ventaja de usar transporte público es que puedes cerrar los ojos y dejar que un profesional se haga cargo. El bolsillo también se beneficia. Ahorrar en gasolina, revisiones y otros gastos vehiculares puede ser el inicio de una gran inversión.
Hay una opción más para quien quiere o necesita usar auto privado: compartir.
Si nos ponemos de acuerdo con nuestros familiares, colegas o vecinos, cada mañana alguien puede hacerse cargo del recorrido.
Esta no solo es una manera de que nuestra movilidad sea más sostenible también es una forma de socializar y acercarnos a la gente que nos rodea.
Estás ideas son alternativas: no tenemos que centrarnos en una en específico, podemos ir probando y variando.
El cambio le da variedad a nuestros días y si hoy manejamos, mañana podemos ciclear y el fin de semana dar una larga caminata por la ciudad.
Es importante que nuestras ciudades se adapten a las necesidades humanas y ambientales que tenemos. Ideas como la Ciudad de 15 minutos son muy importantes para llegar al mundo que queremos: el transporte público, la bici y los zapatos cómodos de trekking no sirven si vivimos, trabajamos y nos entretenemos a muchos kilómetros de distancia.