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Alberto Montt: “nada como conocer un país a través de sus ciudades”

El reconocido artista gráfico habla sobre su trabajo, su visión y su lugar favorito de Quito.

Por Uribe Schwarzkopf el 03 mayo 2022
Alberto Montt - Uribe Schwarzkopf

Es muy probable que quien lee esto reconozca la obra de Alberto Montt. Durante más de veinte años, el artista gráfico y escritor nacido en Ecuador, ha publicado su obra en revistas, libros y otros medios de comunicación. 

Pero ha sido en internet, el ingenio de Montt ha podido liberarse. Su blog, Dosis Diarias, y su redes sociales sociales reciben a miles de lectores que comparten, comentan y disfrutan sus viñetas casi a diario.

A mediados de abril de 2022, conversamos con Alberto, que ahora reside en Francia, sobre ciudades que cambian, sus recuerdos de Quito y sobre su obra. 

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¿Cuál es tu relación con las ciudades? 

Yo me crié en el campo. Entonces, creo que por contraste, lo que ahora busco es el pulso de la ciudades. Me gusta la identidad y la personalidad que tiene cada ciudad. Para mí no hay nada como conocer un país a través de sus ciudades, la gente que vive en ellas y la forma como se habitan y se recorren. 

Yo siempre escribo y grafico desde mis experiencias personales y esas experiencias se llevan muy bien con las ciudades. 

Siento que lo que más me nutre tiene que ver con comidas, mercados y el tráfico, incluso. Soy un poco masoquista en ese sentido. 

 

¿Tienes una ciudad favorita?

Hay ciudades que me inspiran cada vez que llego y a las que siempre tengo ganas de volver.  Hay ciudades en las que me siento en casa y otras que me fascinan porque, en ellas, soy un turista. 

Es difícil seleccionar una. Me encanta Nueva York, Buenos Aires, Santiago de Chile, Quito. Todas son distintas y me ofrecen cosas distintas.  Soy polígamo en relación a las ciudades.

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A pesar de esto, no hay muchas ciudades ni edificios en tu obra ¿Por qué? 

Me pasa que son muy raras ocasiones en las que dibujo entorno y contexto. Muchas veces mis dibujos son de personajes sueltos en un vacío. Desde esa perspectiva hay muy pocas ilustraciones de ciudades en mi obra.

Eso me pasa con lo que publico, porque, cuando viajo, llevo libretitas en las que voy dibujando todo lo que veo. El dibujo arquitectónico me gusta mucho, aunque no soy muy bueno. Pero ahí podemos ver un poco más de registro (de edificios y ciudades).

Me pasa algo que tal vez tiene que ver con mi infancia. Me es mucho más cómodo, y más fácil, dibujar  una selva que una ciudad. 

Como yo crecí en Ecuador y una parte de mi infancia fue en Santo Domingo de los Colorados, para mí esa es mi visualidad. Ese es el tipo de espacio y de olores a los que acudo y que me remiten a mi primera infancia.

También porque puedo ser más libre inventándome una planta que no tenga una relación con la perspectiva. Soy muy malo haciendo perspectiva y si dibujo un edificio le haría un flaco favor a los arquitectos. 

Hacer lo que hizo Condorito al generar ese espacio urbano de Pelotillehue, que es Chile, o la aldea gala de Asterix, en la que los edificios se repiten y la acción se desenvuelve en diferentes planos es un trabajo enorme. No sé si se me da la cabeza para eso.

 

 

¿En algún momento soñaste en ser arquitecto?

Yo tengo un tío arquitecto al que quiero mucho y, a través de él, tuve mi primer acceso a la tinta. 

Le robaba sus rapidografos, con los que él dibujaba los planos, y siempre me gustó la idea de construir una cosa tridimensional que sea un espacio permanente. Pero, en la universidad, cuando vi la cantidad de trabajo que era dije: no, esto es imposible.

Cuando comencé a ganar mi plata pensé: “Podría sacar un nuevo título como arquitecto. Total, les puedo pagar a alumnos para que me hagan las maquetas y todos los trabajos aburridos”. Ser como un Tadao Ando, que no hizo una maqueta en su vida y que ahí tiene sus bellezas. Pero desistí. 

De chico me gustaba mucho lo que hacía Hundertwasser, este arquitecto austríaco que tomaba edificios y los reconstruía y reformulaba, cuando no empezaba desde cero. Hacía unas intervenciones bellísimas y orgánicas sobre edificios muy cuadrados. Eso es algo que me interesaba mucho.

Después me agarró una etapa en la que me puse mucho menos hippie y la Bauhaus conquistó mi corazón. Pero en el fondo, el rollo con la arquitectura para mí siempre ha estado presente. Los edificios son cosas que llaman mi atención y que no pasan desapercibidas para mí.

Hay un centro cultural en Seúl que fue diseñado por Zaha Hadid, que me parece maravilloso, o edificios más clásicos como el de la Chrysler en Nueva York o el Flatiron. Yo vivo en un pueblito en Francia, en el que los departamentos nuevos son del 1900. De repente te encuentras con unas joyas que están hace más de 250 años y que son una locura. 

No solamente me gusta la arquitectura como propuesta de diseño, también me gusta como solución de vivienda y como registro histórico

Incluso me pasa en Quito. Vas caminando por el centro, te encuentras con la Iglesia de la Compañía y es imposible no sentirla parte de tu vida.

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¿Qué es lo que más te gusta de Quito? 

Mi lugar favorito de Quito es el Centro Histórico, me encanta. Y luego, me gustan mucho los barrios que miran al Valle, como la González Suárez o Guápulo, qué me parece precioso. Yo vivía cerca de la Carolina y todo alrededor me parece hermoso. Es uno de los pocos espacios qué son caminables dentro de Quito.

Del centro lo que me gusta es la gente y la tradición. Cuando yo era niño, un tiempo también viví en el centro, en una casa en San Blas, y mis primeros paseos independientes eran al centro. Crecí yendo a esas confiterías, a comer pollos asados, a tomar jugo de naranjilla en el mercado. Y eso todavía apela a mi memoria emotiva.

 

¿Por qué crees que la ansiedad se ha vuelto un personaje tan importante en tu obra reciente? 

Sí, es verdad que el personaje de la ansiedad apareció hace poco pero si tú revisas viñetas desde el 2006  y cambias algún personaje por el muñequito de la ansiedad, funciona perfecto. 

Vengo tratando el tema desde hace mucho tiempo pero no había creado un personaje. No estaba tan consciente de que era ansiedad. Que mis diálogos, mis cuestionamientos, la forma en la que se forjó mi visión del mundo, parten desde esa ansiedad. Es un motor y un lastre al mismo tiempo. 

La ilustración de Montt es sencilla pero sus profundas observaciones pueden causar risa, tristeza o desconcierto. En su estilo y en la elección de sus temas se nota la influencia de caricaturistas como Quino o Gary Larson. Los niños, los animales que hablan y el humor frente a la confusión recuerdan a estos y otros maestros del género. 

 

Este es un buen momento para visitar la galería virtual de Alberto Montt, ver sus dibujos de plantas, pequeños monstruos y ansiosos encantadores. Tal vez nos sorprenda sentirnos identificados.

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