En el afán de crear e innovar en el campo de la arquitectura y el urbanismo, se ha llegado a cumplir con increíbles desafíos. Combinando diferentes parámetros de eficiencia, sustentabilidad, ecología y paisajismo nace lo que hoy en día conocemos como bosques verticales.
Al hablar de bosques verticales, hacemos referencia a rascacielos que se encuentran cubiertos por vegetación: árboles, plantas, pastizales y flores. Sí, tal cual lo dice su nombre: un bosque que se extiende hacia el cielo generando absolutamente todos los beneficios de un bosque que nace de forma natural en diferentes geografías.
Se trata de una obra de la arquitectura capaz de cubrir hectáreas de bosque natural, adaptando la estructura, en la mayoría de los casos y de la manera más eficiente, a especies de flora autóctona de la región donde se encuentre la obra, contribuyendo de esta manera a la conservación de los ecosistemas locales.
La situación en la que se encuentra el medio ambiente, es una preocupación de la realidad social que afecta, principalmente, a las grandes urbes por ser importantes focos de contaminación. Es a partir de este contexto, que tanto individuos como empresas y entidades públicas y privadas, buscan alternativas para combatir los efectos nocivos del cambio climático.
Existen muchas opciones y herramientas para minimizar este tipo de impacto, un ejemplo es el de los bosques verticales: construcciones que forman parte de una nueva vanguardia, cuyo pionero fue el arquitecto italiano Stefano Boeri en 2014.
Un tipo de construcción sostenible y amable con el entorno, que tiene en cuenta los efectos y el impacto de su edificación. Este innovador concepto arquitectónico ha provocado increíbles cambios y la aparición de nuevas formas de construcción y diseño en armonía con la naturaleza.
Creando de esta manera, entornos habitables y respetuosos con el medio ambiente que traen consigo importantes beneficios.
Los bosques verticales en edificios contribuyen a mantener una temperatura constante y agradable. Esto, gracias al microclima que generan a través de la sombra y humedad en verano, mientras que durante el invierno, trabajan permitiendo conservar el calor interno ya que ofrecen protección ante el viento y la presencia de vegetación tupida.
La gran cantidad de árboles, arbustos, pastizales y plantas crean una barrera contra la contaminación sonora, mejorando la calidad de vida de los habitantes, aportando a un estilo de vida adecuado y más tranquilo, aún situándose en el centro de grandes urbes.
Al encontrarse los edificios rodeados por árboles y arbustos, los rayos del sol no llegan de manera directa a sus habitantes, funcionando así, como un protector de la radiación solar gracias a la sombra de las hojas de estos robustos ecosistemas.
Además de ello, los bosques verticales son capaces de producir hidrógeno y oxígeno, así como de actuar como hábitats naturales para multitud de especies animales e insectos. Se encargan de producir humedad e incluso atrapar las partículas de polvo en suspensión, purificando el aire y absorbiendo CO2.
Son diversos los proyectos de Uribe Schwarzkopf que toman conciencia de la importancia de este tipo de diseño arquitectónico, haciendo de los bosques verticales un concepto fundamental y troncal de diversos conjuntos de edificios.
Aquarela, Qanvas, Qorner e Iqon son algunos de los diversos ejemplos que utilizan la flora nativa y endémica como un elemento condicionante de sus fachadas e interiores. Estos proyectos se nutren de la vegetación que se encuentra repartida en sus diversas áreas. Todos sus exteriores y balcones se encuentran envueltos por bosques verticales de plantas y árboles autóctonos de la región, lo que los convierte en edificios más eficientes y parte del paisaje natural del ambiente que los rodea.
Arquitectura viable, sostenible que apela a la conciencia y preservación del medio ambiente, aportando a través de edificios que colaboran con el control de la urbanización y su contaminación. Sumando incluso, una preciosa vista de bosques verticales internos a las ciudades de todo el mundo.